domingo, 2 de agosto de 2009

Notas de Una selva de reyes

“El mundo de la experiencia se manifiesta en dos realidades complementarias. Una era el mundo en que ellos vivían y otro la morada de los dioses, los antepasados y demás seres sobrenaturales.” p.72
“A los mayas les preocupa mostrar la acción histórica como resultado inevitable de acciones cósmicas y atávicas.” p. 72
“Los reyes eran chamanes divinos que operaban en ambas dimensiones, a las que mantenían en equilibrio mediante el poder de sus actos rituales.” p. 72
“Al cielo, al cual representaban como un gran monstruo con forma de cocodrilo. Aquel Monstruo Cósmico creaba la lluvia cuando derramaba su sangre.” p. 73
“El mundo de los mayas estaba formado por reinos sobrepuestos: la bóveda celeste cuajada de estrellas, el pedregoso ‘mundo intermedio’ de la Tierra, al que la sangre de los reyes hacía florecer y dar sus frutos, y las negras aguas del inframundo subterráneo.” p. 73
“El inframundo a veces se llama Xibalbá, pero tal vez esté más cerca del pensamiento maya concebir al Xibalbá como un invisible otro mundo paralelo, al que los reyes mayas y demás chamanes podían pasar en el trance extático. Como el mundo de los seres humanos, Xibalbá tenía animales, plantas y habitantes de varias clases.” p. 73
“El mundo de los seres humanos es comunicado con el otro mundo a lo largo del eje del Wacah Chan que corría por el centro de la existencia. Éste no se localizaba en ningún lugar específico de la Tierra, sino que podía materializarse por mediod e los ritos en cualquier punto del paisaje natural o de manufactura humana. Sobre todo se materializaba en la persona del rey, quien lo traía a la existencia al ser presa de visiones extáticas en lo altod e su pirámide montaña.” p. 74
El árbol del mundo surge de la cabeza del dios Chac-Xib-Chac (La estrella vespertina) cuando este sale de de las oscuras aguas del portal. El tronco del mundos e parte para formar la serpiente visión, cuyas fauces son el trayecto recorrido por los muertos atávicos y los dioses del otro mundo, cuando comulgan con el rey como fuerzas de la naturaleza y del destino.” p. 77
“Una vez traídos al mundo humano, aquellos seres del otro mundo podían materializarse como objetos rituales, como características del paisaje o como el cuerpo real de un objeto humano. El sagrado era un instrumento de aquella materialización […] reproducían de forma simbólica el paisaje sagrado generado por los dioses de la creación.” p. 77

Schele, Linda y David Freidel. Una selva de reyes. La asombrosa historia de los antiguos mayas. Trad. Jorge Fereiros, FCE, México D.F., 1999, 560 pp.

viernes, 31 de julio de 2009

La puerta al Xibalbá

Existen 4 árboles en las esquinas que marcan las cuatro orillas del mundo, además de un quinto árbol en el centro del universo; sin embargo, el último árbol es casi metafísico, se trata de la entrada al Xibalbá, pues cuando los dioses crearon el universo dejaron ciertos espacios, caminos de unión con un universo alterno, esos puntos pueden despertar al árbol que conduce al Xibalbá; en él habitan los dioses y los ancestros, pero sólo algunos seres, como los reyes o los sacerdotes son capaces de abrir el camino que conduce a aquel reino, y cuando el árbol surge de las oscuras aguas del portal el tronco del mundo se parte para formar una serpiente visión.
Esa serpiente conduce al Xibalbá. A través del sacrificio de sus sangres o de estados de éxtasis reyes y sacerdotes son capaces de penetrar en ese mundo, de materializarse en el Xibalbá, porque ambos mundos se afectan mutuamente, los hombres no pueden pervivir sin conocer los designios de aquel reino externo.
Así mismo los objetos extraídos del Xibalbá pueden usarse en nuestro universo, al extraerlos de entre las aguas se materializan como objetos rituales, características del paisaje o el cuerpo de un hombre, es decir son capaces de fundirse con entidades ya existentes en nuestro universo, de forma que somos incapaces de verlos.

lunes, 29 de junio de 2009

Capítulo I [La llegada de la muerte]

Las ascuas de las antorchas crepitan por momentos, hasta que el viento frio de la noche las hace levantarse en llamas, sus destellos iluminan el rostro imperturbable de Chak Tok Ich’aak I, el rey sacerdote de Yax Mutal, la futura Tikal; la gente de la ciudad se reúne al pie de la pirámide sobre la cual se yergue su gobernante, esperando con angustia apenas contenida la llegada de un mandatario teotihuacano, acompañado de su numeroso séquito. Con un último impulso la corriente de aire cesa finalmente y la tensión de la atmósfera se contrae.
Entonces Chak Tok Ich’aak I, Gran Garra Encendida, el ajaw de una de las más gloriosas ciudades mayas presiente su fin. Bajo sus pies siente vibrar la expectación de los ancestros, entre ellos se encuentra Tiburón de Primer Paso, fundador de la estirpe, y su progenie Jaguar Foliado, Tocado de Animal, Ka’wiil Nacido del Cielo y Gran Sol Cráneo de Halcón, e incluso una reina, la señora Cachorro de Jaguar (pues cuando la línea dinástica parecía a punto de desaparecer una mujer relevó a los reyes y con valentía logró preservar su linaje). Gran Garra Encendida contempla en la profundidad del abismo a aquellos ancestros que lo invocan desde las tinieblas, como peldaños que ascienden hasta este momento, todo desemboca aquí decisivamente.
Antes del fin, al filo del abismo el ajaw de Tikal recuerda la grandeza hacia la cual condujo a su pueblo, el comercio en el sur con los habitantes de las tierras altas mayas, y la expansión de sus redes de influencia hasta la misma Teotihuacán, la unión de su estirpe con aquella orgullosa raza mediante matrimonios pactados, toda aquella monumental grandeza, todos aquellos logros conseguidos bajo el honor y la gloria, bajo la insignia de los ancestros, se encuentra a punto de extinguirse.
Lejos, en Teotihuacán, un nuevo poder ha conseguido alzarse, sus mensajeros comienzan a imponerse indistintamente sobre aliados y enemigos, llevando a su paso miseria y destrucción. Un nuevo orden ha surgido y la rueda de un destino ineludible inicia su movimiento. El mundo se derrumba, existe algo aterrador y fascinante en el fin de una época. Inconmovible, Gran Garra Encendida contempla los acontecimientos y se decide hacer lo que un hombre inteligente, que no sobrevalora en exceso su propia existencia cuando se sabe perdido, toma lo más sagrado, lo más profundo que le han otorgado sus ancestros y, con precaución, a escondidas envía lejos a sus descendientes, y ante un enemigo infinitamente superior ofrece su propia existencia para distraerlo, para hacerle creer que su línea dinástica, su linaje, terminará con aquel acto atroz y terrible de su muerte.
Una a una el ajaw de Tikal ve colapsarse ciudades cada vez más cercanas, los mensajeros llegan con noticias alarmantes: el poderío de Teotihuacán se va extendiendo rápidamente, Perú Waká sucumbió ante los embajadores extranjeros, e incluso la urbe gemela de Uaxactún, ubicada escasos kilómetros al norte, se ha sometido al enemigo sin ofrecer resistencia, sus gobernantes se convirtieron en yajaw, vasallos de los invasores. Es imposible ponerse a resguardo, como una fuerza devastadora el enemigo avanza sin obstáculos, ofreciendo concordia destruye todo a su paso, su nombre es Siyaj K’ak’, Nacido del Fuego.
Chak Tok Ich’aak I observa el arribo de la inmensa comitiva, ve a las tropas extranjeras extenderse por toda la plaza o tomar sus puestos a las afueras de la ciudad; y cuando Siyaj K’ak’ comienza a ascender por la escalinata del palacio real Gran Garra Encendida alcanza a percibir el nerviosismo entre súbditos y parientes, aquellas miradas poseen la fijación enfermiza de la locura; ve entonces el perfil anguloso, casi bestial del invasor, el sudor recorriendo su cuerpo, tenso bajo el peto, la vestimenta de guerrero y sus insignias reales; éste es el enviado de Teotihuacán, el representante de su ambición.
Al llegar a la plataforma en que se encuentra el ajaw Nacido del Fuego levanta un arma con incrustaciones de obsidiana, la misma espada con que se había establecido el pacto dinástico… sin embargo Chak Tok Ich’aak I no se conmueve, su ánimo se encuentra sereno. Un rápido destello verde oscuro, con un golpe seco Siyaj K’ak’ degolla al rey y lanza el cuerpo escaleras abajo; al caer no hay rencor en el corazón de Gran Garra Encendida, sólo alivio, lo más sagrado ha prevalecido: sus descendientes están a salvo.
Sin contemplaciones, los esbirros de Nacido del Fuego ejecutan a los familiares del ajaw, todo aquel que porta insignias reales es asesinado bajo las espadas de los invasores, que, como bestias ansiosas, buscan en las tinieblas por todas partes; hombres, niños y ancianos, sin distinción, mueren con violencia, la línea masculina de una estirpe entera sucumbe en la oscuridad de la noche, su brillo declina, las últimas ascuas se extinguen.
Tiempo después estelas y monumentos también son arrasados, Nacido del Fuego parece desear la destrucción de todo rastro, todo antiguo vestigio de sus enemigos. En poco tiempo el dominio de Teotihuacán se extiende a las ciudades de Bejucal, Maasal, Monte Albán y Kaminaljuyu, como un río que se desborda su poder se amplía por todo el Petén central, su yugo abarca desde Becán, al norte, hasta las regiones orientales de Yaxha.
Sin embargo, a pesar de sus impulsos bélicos Nacido del Fuego no es más que un general como muchos otros, enviado desde la lejana Teotihuacán para extender su dominio por las tierras mayas, un agente cuya misión es abrirles el camino a hombres más agudos e importantes. Una nueva estirpe nace de las cenizas de otra, pues un gran líder teotihuacano, Búho Arrojalanzas, consigue instaurar a su joven hijo en el trono de Tikal, bajo la tutela del temible Siyaj K’ak’. La era de Teotihuacán ha iniciado.

domingo, 28 de junio de 2009

Capítulo II [El pacto de las dos sangres]

Un hombre se ha cubierto de gloria en la lejana Teotihuacan, surgiendo de entre las llamas de la batalla un joven e impetuoso general ha conseguido inmenso prestigio frente a los demás guerreros, y alzándose arrogante en medio de las demás las estirpes bélicas busca conservar aquello que ha conquistado por la fuerza. Por tanto, a pesar de que según los primeros designios de los generales únicamente allanarían el camino en aquellos territorios para instaurar al linaje teotihuacano sobre el trono, Búho Arrojalanzas intuye que debe ceder el mando momentáneamente a Nacido del Fuego, con la única condición de que su propio hijo, Yax Nuun Ayiin I, Primer Caimán, sea su sucesor; su aguda penetración le permite predecir los acontecimientos, pues sabe que no es posible dominar un reino colocando esbirros en el poder, sobre todo si representan al enemigo dominador; su mirada es mucho más vasta: su objetivo no consiste sólo en someter un territorio conquistado, sino en instaurar una nueva jerarquía, un gobierno más poderoso dirigido bajo la insignia de los dioses; la intervención de Nacido del Fuego no se opone a sus fines; al contrario, incluso los favorece, pues Búho Arrojalanzas requiere otra estrategia para conseguir su ejecución, sabe que el cambio sólo puede sobrevenir paulatinamente, y así como el pueblo maya aborrecerá a su conquistador, acogerá exultante a la nueva estirpe que lo libere.
Durante largo tiempo Búho Arrojalanzas había planeado minuciosamente la conquista de Yax Mutal, para conseguirla se unió a una mujer de linaje maya, concibiendo un niño con ella: Primer Caimán, la semilla que inaugurará el movimiento. A diferencia del impetuoso Nacido del Fuego, Búho Arrojalanzas comprendió desde el inicio de sus proyectos que siempre es más sencillo destruir a un enemigo de fuerza inferior que preservar un reino cuando se ha ejercido una violencia brutal, pero en principio necesaria, para obtenerlo; pues la memoria de un pueblo no puede ser manipulada por la fuerza, pero sí por la astucia; por eso ha elegido la política como estrategia de batalla. Desde el inicio su mirada consiguió penetrar de manera visionaria en el futuro, por tanto su proyecto es más vasto e inaudito: sin ocultar la violencia inaugural de su gobierno, sin negar sus orígenes, su vínculo con el imperio teotihuacano, esperará con infinita paciencia a que la sangre de los nuevos gobernantes se diluya en el linaje extinto, para difuminar las líneas divisorias entre mayas y teotihuacanos.
Con el objeto de ocultar sus intrigas políticas bajo la apariencia de normalidad, los gobernantes teotihuacanos acuerdan que Nacido del Fuego ejercerá el poder durante los primeros años del gobierno de Yax Nuun Ayiin I, el joven b’aah ch’ok, el descendiente elegido de Búho Arrojalanzas, pretextando la corta edad del rey. Sin embargo, tal como había previsto Búho Arrojalanzas, a pesar de que el predominio de Yax Mutal sobre la zona maya se ve fortalecido, el victorioso general no consigue ratificar su poder, debido su arrogancia lentamente va perdiendo sus redes de influencia, es aborrecido por el pueblo y su caída se ha profetizado.
Para evitar el colapso Búho Arrojalanzas ha encontrado un aliado clave en un pequeño rey de la región: K’uK Mo’, el señor Quetzal Guacamaya ha demostrado ser uno de los gobernantes más hábiles y populares entre el pueblo maya, con tenacidad y astucia ha conseguido ampliar sorprendentemente sus redes de influencia; pero sobre todo apoya por entero el proyecto de Búho Arrojalanzas: aspira a conformar un nuevo poder dinástico y a afianzarlo para su perpetuación. Sin embargo, a diferencia del noble teotihuacano Quetzal Guacamaya espera que aquel nuevo linaje, reforzado con la sangre de extranjeros, logre fundirse hasta ser absorbido en el oscuro fondo de la sangre de los antepasados.
Ambos líderes conspiran contra Nacido del Fuego, acuerdan que Quetzal Guacamaya se convertirá en el tutor del joven rey, y con el tiempo lo desposará con su hija. Así pues, pactado el acuerdo las fuerzas militares de los reinos mayas sujetos al imperialismo de Teotihuacan marchan hacia Yax Mutal, comandadas por sus gobernantes, y consiguen imponerse inesperadamente al gran general teotihuacano; Nacido del Fuego se ve obligado a regresar, aborrecido, a la gran ciudad de Teotihuacan.
Un nuevo orden comienza a surgir. Yax Nuun Ayiin, Primer Caimán, el rey de las dos sangres, un niño de apenas cinco o seis años, se encuentra recostado sobre un andamio con símbolos celestes, una banda con la imagen de Huunal le ciñe la cabeza; con expresión seria y concentrada ve realizar sacrificios rituales, aquellos hombres desfallecen y se desangran frente a él, no se conmueve: así ha sido educado; piensa que ellos se dignifican y a la vez lo honran con sus muertes. Al terminar, su padre, Búho Arrojalanzas, se acerca con paso lento, lleva sobre los brazos un tocado de jade con incrustaciones de conchas marinas, adornado con plumas de quetzal; al alcanzar a la plataforma se inclina ritualmente sobre el niño y coloca el estandarte en su cabeza: un nuevo señor divino ha nacido en Yax Mutal.
Para preservar su nuevo linaje, durante mucho tiempo Búho Arrojalanzas promovió su hegemonía espuria a través de su hijo; sin embargo, Primer Caimán mantuvo algunos rasgos de la iconografía de los antiguos gobernantes de la región, y logró convertir a Yax Mutal en un símbolo del imperialismo de doble naturaleza para toda el área maya. Así prevalecieron los títulos de la antigua casta, y ‘tajal chaak’, dios antorcha lluvia, epíteto del desgraciado Gran Garra Encendida, resurgió como investidura del gran señor de Yax Mutal.
Pero los reyes mueren y sus fuerzas decrecen, sus planes largamente anhelados casi nunca logran realizarse. El gran rey maya-teotihuacano de Yax Mutal se encuentra fatalmente enfermo, la inestabilidad del reino crece debido a la inseguridad de la sucesión dinástica, aumentan con ella los opositores a la subordinación a Teotihuacan; debido a esto, para evitar una posible rebelión, primer Caimán dicta desde sus aposentos la ejecución ritual de la joven descendencia de sus más acérrimos enemigos, y ordena su entierro sacrificial en su propia tumba: 9 jóvenes nobles marcan el ocaso del rey, 9 jóvenes nobles marchan a su entierro.
Tras el fallecimiento de Primer Caimán, y una vez que el poder ejercido por Búho Arrojalanzas desde la lejana Teotihuacan ha perdido ímpetu y esplendor, decayendo de manera alarmante, Quetzal Guacamaya intuye el peligro de la situación e idea un plan extraordinario: en principio decide apoyar en secreto la ascensión de Siyaj Chan K’inich, Dios Sol Nacido del Cielo, uno de los más fuertes adversarios de la unión maya-teotihuacana, para demostrarles a los señores de Teotihuacan la disminución en que han caído sus fuerzas, así como la vulnerabilidad de su influencia en territorio maya, lo cual le permite condicionar la ascensión de su nieto, Siyaj Chan K’awiil, K’awiil Nacido del Cielo, frente al poder de los extranjeros, y a la vez legitimarlo ante la nobleza maya como el continuador de la tradición dinástica.
Una vez que, con ayuda de los ejércitos de Teotihuacan, Dios Sol Nacido del Cielo es derrotado y destituido Quetzal Guacamaya decide emplear a su nieto para imponer nuevamente la estirpe maya, para hacerla resurgir de las cenizas del olvido, pues en tiempos peligrosos el linaje materno reclama una vez más el poder anhelante de los ancestros. Empero, el gobierno naciente conserva aún algunos rasgos extranjeros en las investiduras del joven rey, los cuales evidencian la continuidad del pacto establecido con Teotihuacan, permitiéndole así perpetuar la restauración dinástica, pues Quetzal Guacamaya puede prever un conflicto militar, que a su vez provocaría la ruina comercial de Yax Mutal si el acuerdo entre las dos sangres es quebrantado, pues la ciudad depende del comercio con Teotihuacan; previsoramente el anciano rey decide conservar los vestigios de aquella unión.
Inicia así una de las épocas más gloriosas de Yax Mutal, bajo la tutela de Quetzal Guacamaya el poder y la gloria de K’awiil Nacido del Cielo adquiere una nueva naturaleza, una dimensión distinta, cobrando renovado impulso en la hegemonía de Yax Mutal, comienza a desplegarse con un esplendor nunca antes visto, y consigue grandiosas victorias sobre ciudades como Palenque, Copán, Quirigua y Ucanal; la vista del señor divino, el restaurador de la gloria pasada, ha conseguido dominar el horizonte.
Sin embargo, quizá sea en los momentos de mayor esplendor, de la gloria más exultante, cuando se presiente con más fuerza la propia debilidad, la impotencia ante el discurrir de los acontecimientos, el augurio irrevocable de la caída. Desde las tierras centrales llega un inquietante rumor, el abuelo paterno de K’awiil Nacido del Cielo, el venerable anciano que procuró la unión con Teotihuacan y aseguró la perpetuación de un pacto de sangre que llevaría a Yax Mutal a deslumbrar al mundo maya, ha fallecido, finalmente ha descendido al inframundo como el originario Dios del Maíz, a la espera de resurgir de la putrefacción de su propia materia; con su muerte iniciará una nueva época en que el profundo vínculo con Teotihuacan se habrá diluido, provocando confrontaciones entre la élite gobernante, una nueva época de inseguridad y de muerte.

sábado, 27 de junio de 2009

Capítulo IV [El despertar de un coloso]

Calakmul, la capital de Kann, el reino de la serpiente, ha permanecido desde tiempo inmemorial como un coloso enmudecido, reuniendo fuerzas en la oscuridad. Una vez que los acontecimientos del mundo maya se han ajustado a sus designios, los ojos de los sacerdotes de Calakmul observan el cielo, acechantes, sus manos gesticulan ansiosas sobre el fuego de las eras; entre el humo de origen de los tiempos los adivinos profetizan, con voces susurrantes y repletas de maldad, la caída de su enemigo; las estrellas muestran signos propicios, pues Chak Ek’, el Gran Astro, se ha colocado en posición favorable para los designios de Kann. Derrepente la voz enigmática del gran sacerdote se distingue entre los susurros proyectados en el cielo nocturno, que cesan al instante: “El universo entero ha planeado este momento: Yax Mutal debe caer, Tikal debe caer, el mundo no será el mismo de ahora en adelante”; el eco de su voz se pierde en el vacío y los generales de Calakmul se apresuran a alistar a sus ejércitos. Un orden más antiguo que el de Yax Mutal reclama sangre, exige resurgir…

martes, 23 de junio de 2009

Títulos tentativos

Las crónicas mayas

La llegada de la muerte
El surgimiento de una dinastía/ Surgiendo de las cenizas
El pacto de las dos sangres
El despertar de un coloso
Las dos ciudades
En el campo de batalla
Dinastía del apocalipsis
En el corazón de la selva
Frente a las murallas del enemigo
El general y la princesa
Restauración

viernes, 12 de junio de 2009

The Dark Sky Messiah

[Nota: ésta es la cuarta de forros de mi biografía sobre Quetzalcóatl que no fue aceptada por su extensión, de cualquier forma el texto sigue gustándome, espero lo disfruten.]

Pocas figuras son capaces de resumir las disparidades de una cultura con tanta contundencia como Quetzalcóatl. En los distintos estratos que la conforman, esta figura no es únicamente la efigie que sintetiza los orígenes, deseos y cosmovisiones de infinidad de pueblos prehispánicos, se trata además de uno de los protagonistas más complejos de la mitología universal, pues conjuga dentro de sí las características de otras deidades en un constante sincretismo, con el cual adquiere una dimensión sumamente compleja, cobrando nuevos significados, renaciendo constantemente.
En su carácter lumínico Quetzalcóatl es la fuerza alrededor de la cual gravita la existencia de los pueblos mesoamericanos; el acto de honrarlo redimía el inmenso mecanismo del cosmos y, a la vez, permitía su prolongación. Así, los hombres se encontraban atrapados en un engranaje sin fisuras en que ambos, lo humano y lo divino, debían ofrendar sus vidas. Los dioses declinan y los hombres fenecen, ambos se sacrificaban en un acto de continuidad material, y esa ofrenda daba relieve, hacía significativa la existencia del universo prehispánico.
En algunas culturas el acto de portar la máscara de un dios implicaba transformarse en él, divinizarse, y al hacerlo aquellos hombres buscaban comprender el mecanismo del universo, la parte axial que lo provee de sentido. El presente libro pretende ser una máscara y una resurrección, con él se desea crear dicho efecto: seguir al dios, suplantarlo, transformar al lector en el portador de lo divino para que él mismo sea la entidad oscura que vislumbre el carácter de un mundo hace tiempo olvidado, pero cuyos vestigios aún podemos entrever en la suavidad de un contorno que prevalece en la piedra.

Adrián Soto