[Nota: ésta es la cuarta de forros de mi biografía sobre Quetzalcóatl que no fue aceptada por su extensión, de cualquier forma el texto sigue gustándome, espero lo disfruten.]
Pocas figuras son capaces de resumir las disparidades de una cultura con tanta contundencia como Quetzalcóatl. En los distintos estratos que la conforman, esta figura no es únicamente la efigie que sintetiza los orígenes, deseos y cosmovisiones de infinidad de pueblos prehispánicos, se trata además de uno de los protagonistas más complejos de la mitología universal, pues conjuga dentro de sí las características de otras deidades en un constante sincretismo, con el cual adquiere una dimensión sumamente compleja, cobrando nuevos significados, renaciendo constantemente.
En su carácter lumínico Quetzalcóatl es la fuerza alrededor de la cual gravita la existencia de los pueblos mesoamericanos; el acto de honrarlo redimía el inmenso mecanismo del cosmos y, a la vez, permitía su prolongación. Así, los hombres se encontraban atrapados en un engranaje sin fisuras en que ambos, lo humano y lo divino, debían ofrendar sus vidas. Los dioses declinan y los hombres fenecen, ambos se sacrificaban en un acto de continuidad material, y esa ofrenda daba relieve, hacía significativa la existencia del universo prehispánico.
En algunas culturas el acto de portar la máscara de un dios implicaba transformarse en él, divinizarse, y al hacerlo aquellos hombres buscaban comprender el mecanismo del universo, la parte axial que lo provee de sentido. El presente libro pretende ser una máscara y una resurrección, con él se desea crear dicho efecto: seguir al dios, suplantarlo, transformar al lector en el portador de lo divino para que él mismo sea la entidad oscura que vislumbre el carácter de un mundo hace tiempo olvidado, pero cuyos vestigios aún podemos entrever en la suavidad de un contorno que prevalece en la piedra.
Adrián Soto
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